
¿Por qué no cierra la Bolsa cuando se paraliza todo lo demás?
Confinar y cerrar se han vuelto los verbos más conjugados en las últimas tres semanas por culpa de la epidemia del coronavirus y su efecto en la economía. Colegios, restaurantes, tiendas… todo, salvo supermercados, farmacias y estancos han entrado en modo pausa hasta que se ponga fin al Estado de alarma que se prolongará hasta el 11 de abril. También la Bolsa y el resto de mercados financieros han escapado al confinamiento forzoso. En el mundo, únicamente la Bolsa de Filipinas echó el cierre, mientras los supervisores de los mercados desarrollados se comprometen a mantener abierta la negociación de acciones, bonos, materias primas, derivados, divisas...¿Es tan vital la Bolsa para las economías y sus ciudadanos que merezcan este trato especial que no han conseguido otras actividades?
Eso sí, tradicionalmente, los mercados de acciones han sido muy reacios a cerrar sus puertas. En la Bolsa española solo la Guerra Civil consiguió detener aquellos corros de negociación entre 1936 y 1940. En Estados Unidos, el fatídico 11 de septiembre dejó cuatro días inoperativo el mercado con consecuencias mundiales tanto por la paralización de las acciones como por la imposibilidad de valorar los fondos de inversión que tuvieran títulos estadounidenses: no se podían comprar ni vender.
Pero entre la apertura en momentos de pánico y el cierre total, en la década de los ochenta imperaba una fórmula intermedia aplicada en el crash de 1987. Cuando los valores llegaban a caer el 15%, se paraba la cotización y hasta el día siguiente no había manera de comprar o vender en el mercado. Unas horas para la reflexión, que se ofrecía como una alternativa frente a decisiones más extremas.
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