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La relatividad

Julio López Díaz 29 Jul 2020

La teoría de la relatividad de Albert Einstein fue un reto para todos los matemáticos y físicos de su tiempo y eran muy pocos los que podían realmente abordar los entresijos de sus propuestas. Y si difícil o inabordable resultaba para la mayoría de sus colegas, aún más enigmática se presentaba a los ojos de todos los demás. No era raro verlo bromear con su teoría y se le escuchó decir:

"Cuando cortejas a una bella muchacha, una hora parece un segundo. Pero si te sientas sobre carbón al rojo vivo, un segundo parecerá una hora. Eso es relatividad"

Pero cuando realmente estuvo ingenioso fue en cierta ocasión en la que un periodista le pidió a Don Alberto que le explicara la dichosa teoría. Einstein sabía que el periodista no podría seguirle en una explicación seria de modo que le dijo: ¿Podría usted explicarme como se fríe un huevo? El periodista asintió de inmediato. Einstein sentenció entonces: "Perfecto. Pues hágalo, pero suponga que ignoro lo que es un huevo, una sartén, el aceite y el fuego".

También en el tema económico existe la relatividad, y la recuperación bursátil vivida lo refleja bien.

Antes del periodo vacacional, podemos intentar resumir un poco lo que está pasando en los mercados. Vivimos en la época de los estímulos permanentes. Empezamos dicha era con la reacción de la Reserva Federal a la crisis de Internet del año 2000, que se caracteriza porque cada vez que hay un problema, los Bancos Centrales acuden raudos a solucionarlo (es parte de su cometido). Al principio lo hacían controlando simplemente los tipos de interés, subiéndolos o bajándolos en función de las circunstancias. Con la crisis inmobiliaria y financiera de 2008, esta estrategia se reveló escasa, y comenzaron las compras de activos, lo que llevaba a un incremento importante de los balances de los Bancos Centrales, cuya contrapartida contable es el dinero en efectivo y las reservas bancarias. Cada contracción económica ha sido respondida con dosis monetarias cada vez más grandes, pero que a la vez resultan cada vez menos efectivas y con unas consecuencias secundarias que todavía estamos pendientes de ver. Este experimento monetario ha llevado a subidas tremendas de los precios de los bonos, las acciones y los activos inmobiliarios (los que tengan IBEX son una raza aparte) sin que haya acompañado una subida equivalente en términos de crecimiento económico y en alguna de sus facetas, como puede ser, por ejemplo, los incrementos salariales. Con estas políticas monetarias llevadas a lo que considerábamos situaciones extremas, vino el tema de la pandemia y lo que parecía muy estirado, ha superado todos los criterios físicos de “elasticidad” y nos hemos encontrado con que donde había una taza ahora hay taza y media. Ante la desaparición de sectores enteros de la economía de la noche al día, vinculados todos ellos al contacto físico, la respuesta ha sido tremenda en términos monetarios y fiscales. Los déficits ya de por sí abultados, se han disparado (en Estados Unidos casi en 4 trillones de dólares en ayudas fiscales, y el balance de la FED se ha incrementado en casi 3 trillones de dólares en unos meses, y lo ha hecho con medidas cuasi fiscales también, como son la compra de bonos de corporaciones o ETFs de bonos basura). Estas intervenciones han minorado, sin ninguna duda, los efectos más nocivos de la primera parte de la pandemia, principalmente garantizando unos ingresos personales a los que perdieron su trabajo momentáneamente, como es el caso de España, o a todo el mundo como es el caso americano. Estas medidas supongo que también habrán conseguido que los resultados de las empresas, en muchos casos, no alcancen los niveles tan desastrosos que se esperaban en un primer momento, y que las bolsas hayan recuperado en muchos países los niveles anteriores a febrero.

¿Y ahora qué? Pues cuando bajen las aguas de las ayudas concedidas, veremos como ha quedado la economía realmente, veremos cuantos negocios no vuelven a abrirse, si nos adentramos en verdaderos cambios estructurales de las economías (teletrabajo, menos desplazamientos diarios, corrimiento hacia una economía digital), o nos quedamos por el camino con unas economías permanentemente subsidiadas, con unos apalancamientos enormes y unas deudas impagables. También veremos como acaba el dilema inflación-deflación. Venimos de una política claramente habituada a un periodo pre-tecnológico donde el trabajo y el capital estaban indisolublemente unidos, con una inflación que permitía tener una sensación de crecimiento permanente (mi casa la compré por 300.000 euros y ahora vale 600.000 euros) y donde esa misma inflación hacia más manejable el peso del pago de las deudas. Ese mecanismo llevaba roto ya al menos una década, principalmente por el peso deflacionista de la tecnología, y a que los salarios se han ido quedando atrás año tras año, y lo único que hemos tenido ha sido inflación de activos. Hemos pasado de una época donde se ganaba dinero de la escasez y de las ineficiencias, a una era de oferta infinita y gran eficiencia. Tenemos cosas más asequibles y más baratas, a costa de la acumulación del poder de mercado en manos de empresas cuasi monopolistas y la eliminación de todos los intermediarios entre el productor y el consumidor final, con su efecto perverso en el número de puestos de trabajo. Al final, caemos en la cuenta,  que lo único que ha contribuido al crecimiento en esta década ha sido el crédito fácil, creado a una velocidad que se nos hace difícil de comprender. Por cada unidad de crecimiento, cada vez necesitamos endeudarnos en una mayor cantidad. Es un sistema comparable al de las ranas en la cazuela, a las que se sube la temperatura del agua poco a poco para que no lo noten. Pero ya llevamos advirtiendo hace tiempo que el sistema profundamente polarizado que estamos creando, empieza a tener sus primeras fisuras, con mucha clase media que se está quedando atrapada en trabajos basura o que “necesitan” la ayuda financiera de los gobiernos, que crean situaciones de dependencia que pueden desembocar en situaciones clientelares que empobrezcan a los países (caso de Argentina, por ejemplo). Nos han alertado siempre de los peligros de la deflación, pero la deflación por sí misma no es intrínsicamente mala o buena, depende donde pongas tu dinero. Siempre hay ganadores y perdedores. Con inflación, los propietarios de activos ganan, ya que el dinero en el futuro valdrá menos, y se necesitarán más billetes para comprar el mismo activo. Con la deflación, los que tienen los billetes son los que ganan, pudiendo comprar con esos mismos billetes más cosas en el futuro que ahora. Lo que es una combinación tóxica es mucha deuda con deflación, que es a donde nos está llevando la política actual. El globo es cada vez más grande, pero no podemos dejar de soplar y soplar. Todos los problemas derivados de la pandemia podrían haberse aminorado si el sistema hubiera dispuesto de unos ahorros suficientes para hacer frente a periodos negativos (ya lo decían en la Biblia con las siete vacas gordas a las que seguían las siete vacas flacas), pero el propio ahorro ha sido vilipendiado en ese proceso permanente de traer todos los beneficios al presente, intentando obtener unas rentabilidades muy por encima del crecimiento económico, y castigando al prudente. De los polvos de las recompras de acciones, a los lodos de las ayudas gubernamentales. En el tema de ganadores y perdedores que hemos comentado de la inflación, han salido unas estadísticas curiosas esta semana. En Estados Unidos, los individuos de más de 55 años tienen el 75% de las acciones americanas. Los menores de 40 años tienen el 4%, cuando en 1990 tenían el 13%. El grupo de edad que más gana es el de mayores de 70 años, que ha pasado de tener un 18% de las acciones a tener un 28%. Una vez más, bienaventurados nuestros nietos porque ellos heredarán nuestra deuda…

Otro ejemplo: Goldman Sachs publicó un beneficio de 2.400 millones de dólares en su segundo trimestre. Eso supone un beneficio de 6.26$ por acción, muy por encima de los 3.78$ esperados. El trading en acciones tuvo el mejor trimestre en 11 años, el trading en renta fija el mejor en 9 años, y los ingresos totales de 13.000 millones de dólares representan el segundo mejor trimestre de su historia.

En fin, que hay muchas realidades y no todas malas. La frase “Aquí no se viene a dormir” no suena igual dicha por una chica que por tu jefe.

Buen verano,

Julio López Díaz,

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