Área personal

Leó Szilárd

Julio López 25 May 2021

El físico Leó Szilárd anunció una vez a su amigo, Hans Bethe, que estaba pensando en escribir un diario: “No me propongo publicarlo. Me limitaré a registrar los hechos para que Dios se informe”. “¿Tú crees que Dios no conoce los hechos?”, preguntó Bethe. “Sí. -dijo Szilárd- Él conoce los hechos, pero no conoce esta versión de los hechos”.

Con esta carta se cumplen las 400 desde que comencé a escribirlas y cuando releo algunas de ellas, no puedo evitar cierta turbación al ver los dispares caminos que han seguido el mundo y lo que yo pensaba sobre el mundo. Gracias a Dios, en general, el mundo ha tomado un camino mucho más plácido y bien asfaltado del que yo suponía. Algunos amigos se ríen y recuerdan la anécdota que contaba Kant cuando decía que hasta un reloj estropeado daba bien la hora dos veces al día. Yo me quedo con la idea de que, después de leer estas epístolas, el mundo solo puede mejorar. Mi misión es siempre proteger a los inversores de los peligros que acechan, aunque seguramente tenga ya un tic en el brazo de tanto abrir el cinturón del paracaídas. Aun así, mientras siga viendo que la gente sigue haciendo comentarios a estas misivas semanales, me daré por alimentado y recompensado. Así que aquí seguiremos. Contando nuestra versión de la película.

Mientras seguíamos enfrascados en la discusión cervantina sobre si la inflación es galgo o podenco, si los precios altos son transitorios o permanentes, el mercado está intentando una, cuando menos, sorprendente ruptura al alza de las resistencias en muchos mercados bursátiles. A mí ya no me quedan dedos de las manos, de cada vez que me los he jugado apostando a una vuelta de los mercados. Más allá de los datos macroeconómicos, subyace una gran “fortaleza mental” de los inversores, que siguen viendo cada caída de un 0.50% en las cotizaciones como una oportunidad de compra única en siglos. Desde un punto de vista de la estrategia psicológica en la gestión de las carteras, el mercado seguirá optimista si cada intento de corrección viene seguido con una inmediata vuelta en V el mismo día o a más tardar el día siguiente. Los dos intentos que hemos visto en las últimas dos semanas han durado menos que el Madrid liderando la liga. Y aunque muchas veces dudemos de la física de los mercados, estos siguen las leyes newtonianas, y la primera ley rebate la idea aristotélica de que un cuerpo solo puede mantenerse en movimiento si se le aplica una fuerza. Por el contrario, existe una inercia que hace que el movimiento siga constante hasta que se le aplique una fuerza de sentido contrario. El mercado sigue pues con la dirección que traía, y la esperada fuerza contraria en forma de tapering de las compras de activos, o de subidas de tipos, parece que se va a demorar. El pensamiento “único” de los banqueros centrales tampoco parece ser afectado por fuerza alguna, y siguen con su plan intacto, pase lo que pase a su alrededor. Quizá la conclusión es que están metidos en un “corner” del que es imposible salir. La respuesta a la duda de su comportamiento la tenemos en la subasta de deuda americana de hace unos días, donde se quedó finalmente con más de la mitad de la emisión. En teoría no pueden monetizar deuda, pero tienen los carros llenos. Si siguen con su política de expansión cuantitativa, el agua se filtrará por otro sitio, y el más probable, seguramente, será una depreciación importante del dólar. No nos extrañe que veamos al euro rompiendo el 1.25 y encaminándose por encima de los 1.30 dólares por euro. El peligro de que los Bancos Centrales se estén quedando detrás de la curva es cada vez más intenso y el día que el mercado lo interiorice, la sacudida será brutal. El otro día leía un dato curioso. Solamente la subida del precio de la madera había supuesto que el coste de construcción de una vivienda en Estados Unidos hubiera subido en treinta y seis mil dólares en el último año. Aunque el precio ha corregido en las dos últimas semanas, el precio de la madera se ha multiplicado por cuatro en el último año.

Lo curioso es lo que está pasando en los mercados monetarios. Con una mano, la FED está comprando ciento veinte billones de dólares al mes en bonos del tesoro americano y otros activos hipotecarios, y con la otra mano recoge trescientos cincuenta billones en el día a día con los repos inversos. No parece que los bancos comerciales sepan hacer algo con la liquidez claramente excesiva que tienen en sus balances. También ha habido la primera caída del caballo camino a Damasco de algún banquero central. El presidente del Banco de Canadá ha comentado por primera vez la posibilidad de que las políticas cuantitativas tengan un efecto real en la desigualdad de la riqueza, al inflar el valor de los activos, ya que estos activos están desigualmente repartidos en la sociedad. Es una cuestión que sistemáticamente ha sido negada por Powell o Lagarde cada vez que han sido interpelados por esa cuestión, poniendo una cara imperturbable de perdedor de Oscar.

Cuando veo la visión unánime de los miembros de estos clubs selectos, sobre lo que va a pasar en el futuro, me suelo echar a temblar. Y siempre viene bien recordar las enseñanzas de Kahneman sobre los sesgos cognitivos.

El más común de los sesgos profesionales es la sobre confianza. La sobre confianza ha sido la causante de casi todo, desde el hundimiento del Titanic a la crisis de las hipotecas subprime. Hay muchos otros sesgos, como el sesgo de confirmación (utilizar solo aquella información que favorezca nuestras creencias, desechando la información que no se ajuste a las mismas) y la aversión a la pérdida (una pérdida potencial se percibe de forma mucho más severa que una ganancia potencial equivalente).

Los sesgos son fáciles de ver y describir. Otra cosa distinta son los ruidos, que no son menos dañinos. El ruido es una variación en juicios que deberían ser idénticos. Esta variación viene porque los juicios son subjetivos y no siguen unas reglas exactas.

En general, la gente tiene una alta opinión de su propia opinión. Esto hace la vida interesante, pero es un problema real cuando juegas con juicios que afectan a la vida de otras personas, su salud o su dinero.

En fin, y siguiendo a Lope de Vega: “Más mata esperar el bien que tarda, que padecer el mal que ya se tiene”. Tendremos que seguir jugando el partido con las condiciones de campo y arbitrales que ya sufrimos.

Buena semana,

Julio López

 

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