Área personal

Louis Mayer

Julio López 1 Dic 2022

En 1924, durante una mala racha, el dramaturgo británico de origen armenio Michael Arlen fue a Nueva York. Para ahogar sus penas hizo una visita al famoso restaurante 21. En la barra se encontró con el productor cinematográfico Samuel Goldwyn, que le dio un consejo bastante estúpido: que se dedicara a apostar a las carreras de caballos. Al poco rato, se tropezó con otro gran magnate del cine, Louis B. Mayer, otro viejo conocido, que le preguntó por sus planes de futuro. “He estado hablando con S.G y…” comenzó dubitativo Arlen. “No me digas más. ¿qué te ha ofrecido?”, interrumpió bruscamente Mayer. “Nada que me satisfaga”, contestó evasivamente Arlen. “¿Aceptarías 15.000 dólares por treinta semanas?”, preguntó Mayer. Arlen, por supuesto, no lo dudó un segundo.

Eso nos está pasando en los mercados ahora. Que nos están pagando precios que hace un mes no hubiéramos pensado en nuestros más lúbricos sueños (perdón, quita lúbrico, que no se puede decir).

La verdad es que el mercado ha activado la señal roja de apertura de puertas en el frenopático y ya no sabemos quiénes son pacientes y quiénes cuidadores. El rally del último mes tiene poca explicación, más allá de los continuos cambios de humor del Señor Mercado, aunque luego pasemos a intentar justificar de forma ¿lógica? aquello que vemos en los precios. Ya saben como funciona; se impone un relato y todos en el mercado, como si fuéramos parlamentarios de partido, nos dirigimos hacia donde nos marcan. Ayer dábamos la razón a nuestro líder, y hoy cambia de opinión drásticamente pero también logra nuestro voto. Estoy leyendo la comparecencia de Jerome Powell, presidente de la FED de ayer, después de que los mercados americanos hayan rebotado más de un tres por ciento con sus palabras, y me hace dudar hasta mi comprensión de la lengua de Shakespeare, porque yo he entendido otra cosa. Antes de empezar con este tema, tenemos que resaltar que ayer era 30 de noviembre, que es la fecha que elige la mayoría de hedge funds para dar por cerrado el ejercicio financiero, por lo que no podemos descartar que gran parte de este movimiento alcista haya sido un maquillaje de sus libros, y que ahora distribuyan esas compras en este último mes del año, entre el resto de los participantes, con lo que yo creo que debemos descartar el tradicional rally de Santa Claus.  Pero volvamos a Powell. Lo que dijo es que seguramente subiría los tipos de interés otros 50 puntos básicos en diciembre, que tendremos más subidas de tipos de interés el año que viene y que alcanzaremos un tipo final por encima de lo que descontaban en el mes de septiembre, llegando a niveles del 5%. Posiblemente, restaurar la estabilidad de precios requerirá una política monetaria restrictiva por un tiempo, y advirtió que la historia enseña de los peligros de abrir la mano con los tipos de interés demasiado pronto. También expresó su frustración porque su indicador preferido de inflación (core PCE inflation) no hubiera bajado en los últimos doce meses, y que a pesar de sus continuas subidas de tipos de interés no se vieran resultados. También recordó que su objetivo de inflación es del 2% (el mercado ha estado dando palmas con las orejas porque estábamos en el 7%). Por último, incidió en que el mercado laboral seguía bastante caliente, con un desequilibrio entre las ofertas de trabajo y las demandas de trabajo, a favor del primero.

A pesar de todo ello, el mercado le asignó un titular de dovish no sabemos por qué y ya nadie quiso seguir leyendo. La obsesión del mercado es encontrar el pivot point (el momento en el que la FED se dará la vuelta y empezará a bajar tipos) pero las apuestas se han pasado tres pueblos, y están machacando la curva de tipos, que ya presenta un diferencial de casi un punto entero de tipos de interés entre el tipo actual y el tipo a 10 años, lo que paradójicamente alienta más a la FED a seguir subiendo tipos. Llevábamos doce años en que cualquier noticia mala se convertía en buena, por la acción de los Bancos Centrales. La mayor preocupación real de estos era que se cayeran los mercados. La situación actual es maravillosa para ellos y les permitirá seguir dando caña al mono hasta que aprenda el catecismo. Si no cae el mercado estarán totalmente liberados para velar por el control de la inflación, y no solamente eso, sino que acelerarán (no sé por qué no lo están haciendo ya) las ventas de bonos en sus balances y retirarán liquidez del sistema. Para cambiar de política, debemos esperar a ver que hay una reacción negativa en la actividad económica, con lo que repercutirá en los beneficios empresariales, que es la parte de la ecuación que el mercado sigue ignorando, centrado solo en la disminución de la inflación.

En definitiva, que vemos poca o nula motivación para tener acciones o bonos en estos niveles (con lo que seguramente sigan subiendo por la ley de Murphy).

En cuanto a otras misceláneas, hemos visto esta semana la publicación del dato de inflación española, donde los titulares han sido casi eufóricos por bajar al 6.6% frente al 7.7% anterior. Pocos comentan que la inflación subyacente sube al 6.3%. Lo de explicar la inflación por parte del gobierno es fácil. Si miramos la hemeroteca de hace un año, podemos sacar dos titulares. “Lo importante es el dato de la inflación subyacente (estaba muy por debajo del IPC normal) porque los alimentos y la energía son muy volátiles”, y un segundo titular que “la inflación viene dada por elementos ajenos al gobierno”. Hoy las explicaciones son “estamos ganando la batalla a la inflación gracias a las medidas implementadas por el gobierno”. Como ya hemos explicado otras veces, el efecto estacional en series a 12 meses influye mucho si lo comparamos con datos altos anteriores, y por otra parte “disimulan” el efecto absoluto y compuesto de la inflación. Ese 6.6 se aplica sobre una base inicial de 110 no de 100…

Aunque se suele decir que los economistas han profetizado catorce de las últimas seis recesiones (en mi caso veinte) la curva de tipos invertida suele ser reflejo de aterrizajes de la economía, lo que pasa es que el timing es importante. He visto estudios que dicen que de media la recesión comienza diez meses después de que la amplitud de la curva de tipos haga máximo. Por eso todavía ven esa alegría desaforada en restaurantes y tiendas. También vemos que después de la guerra de Ucrania, curiosamente el precio del petróleo vuelve a estar donde estaba hace un año (sin embargo, las acciones petroleras han subido un 70% en un nuevo sin dios de estos nuestros mercados eficientes). Se une a esta contención de costes, la disminución de los costes de fletes de barco que se fueron por las nubes hace un año, y que ya han bajado un 75% desde entonces.

Para seguir con curiosidades, Qatar ha aprovechado el mundial para firmar un contrato a quince años con Alemania (mejor no ponerse el brazalete del Arco Iris) para suministrarle gas licuado. Son solo dos millones de toneladas por año a partir de 2026 (muestra de los tiempos que se necesitan para ajustar la producción) y el límite tan escaso del contrato, viene dado por que las celdas del Excel del compromiso de emisiones saltaban en rojo si lo firmaban por más tiempo.

Por lo demás, la encuesta entre pequeños empresarios americanos que dice que el 41% no pagará los préstamos hipotecarios de sus locales seguramente no sea nada. En España estamos mejor que queremos. Los hoteles llenos (han subido un 30% sus ingresos comparados con antes del Covid) y los restaurantes tres cuartos de lo mismo (como curiosidad, en el que estuve ayer, la edad media de los presentes era de 85 años). Cuando uno se va acercando a la jubilación va ganando seguridad y despreocupación en su futuro.

Feliz semana,

Julio López Díaz, 01 de diciembre de 2022

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