Área personal

Bernard Shaw y el matrimonio

Julio López 17 May 2018

Bernard Shaw no era partidario del matrimonio: “En el matrimonio sucede que cada uno tiene sus gustos, incompatibles con los del otro, y cada uno tiende hacia los suyos. Uno tiende hacia el norte y otro hacia el sur, y el resultado es que se dirigen al este, adonde ninguno de los dos quería ir” “Si los matrimonios se hiciesen metiendo los nombres de los hombres en un saco y los de mujeres en otro, habría el mismo porcentaje de matrimonios felices que hay actualmente”. Sin embargo, se casó y así lo cuenta: “Iba un día en bicicleta por las inmediaciones de una casa donde vivía una tal Carlota Payne. Me caí y me rompí la clavícula. Carlota me cuidó hasta que estuve bien. Se creó una situación embarazosa y comprendí que debía casarme con ella. No me convencía la situación y decidí abandonar la casa. Una larga escalera iba al jardín. Al bajarla, me caí rodando por las escaleras, y al levantarme tenía un tobillo dislocado. Carlota acudió, me ayudó a levantarme y me cuidó hasta que estuve bien del todo. Comprendí que aquello era un doble aviso y me casé con ella. Preferí esto a dislocarme otra articulación.”

Algo parecido parecen sentir muchos países que forman parte de la llamada Unión Europea. Reniegan profundamente del matrimonio y le echan las culpas de todos sus males, como estamos viendo estos días con Italia. Tenemos que seguir muy de cerca todo lo que está aconteciendo en el intento de formación de gobierno allí, más allá del aparente pacto contra natura entre la Liga Norte Italiana y el Movimiento 5 Estrellas. Después de 6 años narcotizados con el maná incesante del ECB, empiezan a asomar algunos muertos a medida que va bajando el nivel del mar, cuando nos acercamos al final de las compras de bonos. La verdad es que no hemos avanzado mucho en todo el programa de reformas que tenemos pendientes, y nada en el tema clave de la unión política. Debemos recordar que, si echamos una mirada atrás a la historia, ninguna unión monetaria ha sobrevivido sin una unión política después, y la eterna batalla entre los que no quieren ceder soberanía política y los que no quieren traspasar parte de sus dineros a los países menos ricos, ha estado invernando, pero no está ni mucho menos resuelta y los acontecimientos parecen retrotraernos a lo que vivimos en el verano de 2011. En aquel momento se descabalgó del poder a Silvio Berlusconi en Italia, para nombrar Bruselas a un tecnócrata (sin pasar por las urnas), pero no parece que vayan esta vez los tiros por ahí.

La situación en Italia concentra todos los problemas que venimos enumerando desde hace tiempo y que han seguido creciendo sin prisa, pero sin pausa, pese a la mejoría económica y que están presentes en la mayoría de países. El principal problema es el de la deuda, ya advertido por el Fondo Monetario Internacional el mes pasado. Entonces se publicó un nuevo máximo histórico de 164 trillones de dólares. Es “apenas” un 40% por encima del máximo de deuda de antes de la crisis, en el año 2007. El 40% de esa nueva deuda, por cierto, ha sido generado por China. A ese efecto cuantitativo de la deuda hay que sumarle un pernicioso efecto cualitativo. El porcentaje de préstamos estadounidenses con un rating de B o menos ha subido desde un 25% en el año 2007 al 65% en el año 2017. Dentro del nivel de investment grade, los BBB son casi el 50% del total. A esto le sumamos que los covenants o salvaguardas en los préstamos sólo están presentes en el 25% de los préstamos. Si a esto le unimos que estamos en un proceso de retirada de dinero por parte de la FED, y no de compra de bonos como en los años anteriores, estamos a punto de desarrollar todos los ingredientes para la creación de un Proyecto Manhattan en los mercados financieros. Si se fijan en las acciones de los bancos, ya no están siguiendo al alza cuando suben las TIRES de los bonos, como hacían el año pasado o a principios de éste. Parece que la gente empieza a ver los 200.000 millones de euros que tienen los bancos italianos en mora o el 45% de los préstamos no recuperables de los bancos griegos, y esta vez no contarán con las ganancias de las carteras de bonos.

Para solucionar el problema de deuda, los partidos italianos parece que vuelven a emplear palabras que parecían olvidadas. Perdón o condonación de la deuda. Hablan de cancelar parte de los 250.000 millones en bonos que están en el balance del Banco Central Europeo, acompañado, cómo no, de la creación de una moneda interna en paralelo al euro. El tradicional robo gubernativo de las emisiones indiscriminadas de dinero.

Paradójicamente, la forma de afrontar el problema es haciéndolo todavía más grande. Se quieren rebajar los ingresos fiscales (bajando impuestos) y aumentado el gasto público (otra vez una renta universal) disparando con ello el déficit. Aquí hay que ganar votos como sea, y parece ser que ya no basta sólo con proponer más gasto público, sino que también tienes que ganar al contribuyente. Se está hablando de una tasa única del 15% para personas y empresas, (20% si ganas más de 80.000 euros anuales). Al final, el vilipendiado Donald Trump parece que tiene innumerables y fervorosos seguidores más allá de las praderas de Dakota y Wyoming. Una de las pullas que le daban muchos economistas a Keynes, es que toda la construcción de su modelo económico se basaba en una premisa personal. Keynes no tenía hijos, y por lo tanto no le importaba mucho lo que sucediera después de su muerte, y su carpe diem económico ligaba mucho con su vida personal “festiva” y dilapidadora. Desde luego, desde que los estados han descubierto los tipos de interés negativos, cuanto más pides menos devuelves, se hace mucho más difícil pisar el freno del gasto público. Cada vez nos parecemos más al Imperio Romano en sus últimos años.

Parece que este año los Reyes Magos van a doblar. En la carta de mayo, les pedimos bajar impuestos, renta garantizada y adelantar la edad de jubilación que había alargado Monti en su mandato. La suma de las cartas va a estar entre los 65 y 100.000 millones de euro por año. Y la tendencia demográfica no va sino a incrementar el problema. En la carta también piden que les traigan un Putin y no carbón en forma de inmigrantes subsaharianos. Y además, no les hace falta prometer que serán buenos el año que viene. Y todo esto con una deuda sobre PIB del 135% y 100 puntos básicos por debajo de la deuda americana a 10 años.

Las consecuencias más inmediatas las estamos viendo en el euro, que ha continuado con su depreciación. Las bolsas, sin embargo, contrapesan por una mayor competitividad de las empresas con un euro más flojo, y nos quedamos en terreno de nadie.

De todas formas, de momento, sólo estamos hablando de propuestas, pero no deja de ser una nueva llamada de atención, en un momento en que están discutiendo Macron y Merkel la política económica para los próximos años. El problema es que se está desperdiciando la ventana que se abrió con la pequeña recuperación económica que hemos tenido, y puede convertirse en irresoluble si cambian los vientos y empiezan a golpearnos de frente.

Quizá la solución a la causa de todos estos males la encontremos, una vez más, en Ambrose Bierce y su Diccionario del Diablo. La definición de adeudar: “Tener una deuda. En el pasado, la palabra no significaba deuda sino propiedad; quería decir poseer (juego entre to owe y to own), y en la mente de los deudores todavía reina cierta confusión entre el activo y el pasivo.”

 

Buena semana.

 

Julio López Díaz, 17 de mayo de 2018

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