Área personal

Kamasutra

Julio López 14 Jun 2018

Son conocidos dos libros chinos muy antiguos que tratan sobre la educación sexual: El libro de la muchacha sombría y el libro de la muchacha clara. Gracias a estos precedentes del Kamasutra (escrito mucho más tarde, entre los siglos I y VI de nuestra era), el Emperador Amarillo sabía cómo reconocer el deseo de una mujer, cuáles eran los cinco tipos de deseo y cuáles son las nueve posturas ideales: El dragón invertido, los monos combatiendo, la langosta trepadora, la tortuga escandalosa, el fénix en vuelo, el conejo lamiéndose el pelo, la escama de pez, las grullas entrelazando sus cuellos, y cómo no… ¡el salto del tigre!

Si miramos lo que está pasando en el mundo últimamente, nos da la impresión de que sus dirigentes han leído estos libros, pero después “se han liado”. Trump, íntimo del norcoreano, peleado con el resto del G7, amigo de Putin. El nuevo Gobierno italiano, una fusión de los populistas de izquierdas con los supremacistas del norte, y haciéndole ojitos a Putin también. En España, nada más que añadir. El berenjenal montado es de aúpa, pero de momento sin repercusiones dolorosas en la mayoría de los mercados, si exceptuamos Italia.

Las dos frases más peligrosas en economía, y por extensión en los mercados, son cuando un vecino te dice “¿sabes por cuánto ha vendido el del 2ºB su casa?” y la utilización del latín que aprendimos en Primero de Macroeconomía “ceteris paribus”. Esta última la usamos como ejercicio teórico, para decir qué sucede con unos valores o ecuaciones cuando se altera una variable, permaneciendo fijas las demás. Es una de las taras que tienen muchos economistas, por querer reducir el mundo a funciones y esperar que la realidad se ajuste a su modelo teórico. Es la que más les gusta a los políticos, y hemos visto que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Pongamos por ejemplo el caso italiano. Tú puedes “vender” que una rebaja impositiva hará crecer la demanda agregada y terminará por producir mayores ingresos fiscales. (Curioso que tomen como base económica lo que decía el asesor áureo de Ronald Reagan, Laffer), pero se olvidan del efecto que tienen esas políticas con otras variables como, por ejemplo, los tipos de interés. Si el mercado duda que puedas conseguir tus objetivos, te “premia” con una subida de tipos de la deuda que te puede llevar por delante el dinero que pensabas destinar a otras partidas. Si hacemos un número gordo (obviando que no toda la deuda se renueva en un año) para el caso italiano, con un PIB de 2 billones de euros, una deuda pública del 130%, y una subida de tipos en toda la curva de 150 puntos básicos, como ha sucedido, el nuevo gobierno se encontrará, dos semanas más tarde de haber hecho sus números, con que tendrá que destinar al pago de intereses 40.000 millones de euros más de lo previsto anualmente. Es bastante ingenuo pensar que la gente no se “defiende” de algunos tipos de política. La ciencia económica se construye de una manera lógica sin necesidad alguna de utilizar funciones que suponen variables constantes. Lo que la caracteriza es el movimiento y la adaptación del ser humano en su vertiente inversora a estos cambios.

Si empleáramos un adjetivo para definir la situación de los mercados, sería frágil. Durante todo este periodo de recuperación económica, hemos asistido en el mercado a episodios periódicos de los denominados flash-crash, o movimientos rápidos y devastadores en activos financieros que, hasta ahora, han venido acompañados de recuperaciones casi inmediatas. Lo tuvimos en la bolsa americana en mayo de 2010, en el bono americano en 2014, con los ETFs en plena devaluación china en agosto de 2015, o en los índices de volatilidad a principios de este año. Son momentos en que desaparece la liquidez y la presencia de órdenes automáticas de stop acrecienta de forma salvaje los movimientos. Hasta el momento, parece que al pavo no le ha llegado el Día de Acción de Gracias, y sigue engordando cada vez más, a pesar de haber visto el hacha en manos del granjero alguna que otra vez. Pero el juego es bastante peligroso.

La inflación de activos sigue pues su escalada, alejándose cada vez más del crecimiento económico. Hablando el otro día con un amigo gestor de los de toda la vida, me volvía a recalcar que sólo gente con más de diez años de experiencia en el mercado ha visto algo más que una pequeña corrección en las bolsas, y que sólo los que llevamos más de 24 años hemos visto una caída en los bonos. A esto se le debe unir que, después de periodos de subidas en los activos tan grandes, los gestores que son implacablemente alcistas y que compran cada vez que baja, terminan gestionando la mayor parte del dinero. Los bajistas están todos desempleados, no manejan dinero. Por eso, no es de esperar que un gran mercado alcista acabe de un modo racional.

Si vives en un mundo donde todo el mundo asume que todo va hacia arriba para siempre, entonces es inconcebible que los precios pueden bajar. Los grandes cambios en precios suceden cuando los participantes del mercado son forzados a revaluar sus prejuicios, no necesariamente porque el mundo cambie. El mundo no había cambiado nada en 2008, simplemente la gente notó que había un problema. Uno de los principales errores es participar en movimientos para los que luego no hay salida.

Una de las cuestiones con las que estoy más pesado es que estamos en un mundo en el que las rentabilidades esperadas de muchos activos no siguen una distribución normal y sí binomial, con unos “agujeros” de cotizaciones que pueden ser enormes. El globo puede seguir hinchándose cada vez más, pero no podemos esperar que luego se desinfle lentamente con un leve pedorreo, lo más seguro es que explote. Y alguna señal estamos viendo, aunque no esperemos que haya un ataque de fanfarrias que anuncie que el mercado alcista se ha terminado. En los últimos años la búsqueda de cualquier tipo de rentabilidad ha prevalecido sobre los riesgos. Teníamos el escudo protector de los Bancos Centrales y una economía de ricitos de oro, en la que todo estaba más o menos controlado. En Europa, todos los bancos se tiraron a por los bonos italianos, que son los que les permitían tener un poco de margen financiero. Han comprado bonos para que les den 150 puntos básicos de margen y se han encontrado con pérdidas del 15% en un par de semanas. Eso mirando bonos gubernamentales, no quiero pensar qué puede pasar con empresas que hasta hace poco sus papeles se cogían con tenazas, guantes y máscaras anti-gas y que pasaron a rentabilidades mínimas.

Esto está cambiando. Si vemos las noticias del último mes, hemos visto subidas de tipos en Argentina, Brasil, Indonesia o la India, en la mayoría de los casos para defender su divisa. La Reserva Federal americana tiene un doble mandato. Inflación y empleo. La primera está subiendo y lo segundo en mínimos, pocas excusas para no seguir subiendo tipos, cuando los tipos reales siguen estando en negativo. Subidas de tipos con déficits crecientes es una bomba de relojería. El BCE tiene en su balance 450.000 millones de euros en bonos italianos, el 14% del PIB de Alemania. ¿Qué va a hacer a partir de ahora?

Menos mal que viene el mundial y todo esto pasará a segundo plano.


Buena semana,

 

Julio López Díaz, 14 de junio de 2018

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