Área personal

De Gaulle

Julio López 20 Jun 2018

En un momento dado, de mucha gravedad política, los amigos le rogaron al General de Gaulle que se dirigiera al país a través de la televisión. El general se resistía, porque no le gustaba improvisar. Le suplicaron y le presionaron porque la cosa corría prisa y el general protestó:

-          ¡Denme tiempo, al menos, para preparar este discurso!

-          No hay tiempo. La situación es grave. – respondieron sus asesores

-          No veo que el hecho de que la situación sea grave pueda ser motivo suficiente para que yo haga un discurso mediocre. – contestó el general

No sé cómo hubiera manejado el primer presidente de la Quinta República los tiempos comunicativos actuales en los que impera la inmediatez, ni lo que pensaría de Twiter y los mensajes intempestivos de Trump, pero es lo que vuelve a marcar el ritmo de los mercados.

La historia de los desencuentros comerciales comenzó en enero de este año, cuando los Estados Unidos anunciaron aranceles para la importación de paneles solares, principalmente chinos. Después, en marzo, que extenderían esos aranceles a las importaciones de aluminio y acero, incluyendo esta vez a la Unión Europea y a los países de NAFTA. Como respuesta, vino el “y yo más”, y todos estos países elaboraron una lista de productos sobre los que concretar su venganza. Estados Unidos, en abril, volvió a incrementar la presión con una nueva lista de productos chinos. Los chinos volvieron a tocar pared, y pusieron un 25% de aranceles a otra lista de productos. Parecía que todo se había quedado en un limbo, hasta que el viernes el amigo Trump dijo que sí, que se iban a aplicar ya. Otra cosa no tendrá el chavalín del tupé, pero no se le puede negar que cumple lo que dice. Y el fin de semana, los chinos, que ellos lo aplicarán también, y así estamos en esta batalla para ver quién tiene las amígdalas más grandes. Lo último lo hemos tenido en la madrugada del lunes, amenazando Estados Unidos con incrementar la apuesta hasta los 200.000 millones de dólares en lugar de los 50.000 millones primeros. Desde luego, mucho más no pueden alzar la voz en cuanto a productos, porque las exportaciones chinas a USA están en los 500.000 millones y las americanas a China en los 150.000 millones de dólares. Otra cosa es que eleven al infinito el tipo de arancel.

La pregunta que se hace todo el mundo ¿Y es para tanto? Pues cuando la cosa se circunscribía al acero y al aluminio, que era una cosa sectorial y con poco peso, pues no lo era, sobre todo porque los principales perjudicados podían ser otras empresas americanas que utilizaban esas materias primas para fabricar sus productos, con lo que se esperaba cierta contención. A medida que suben las apuestas, los beneficios-pérdidas van por barrios, pero en caso de ser bilaterales los castigos, son los dos países que “juegan” los que pierden, mientras que otros pueden salir ganando porque pueden meter la patita antes de cerrar la puerta y colar sus productos. Otra cosa es cuando ya empezamos a pelearnos todos contra todos; en ese momento sí empieza a ralentizarse el crecimiento mundial.

En términos económicos, tiene mucho más que perder China que Estados Unidos, que para eso es el principal gastador del mundo. Estados Unidos es una economía mucho más cerrada y depende menos de los demás. Otra cosa es qué puede pasar con la deuda americana y con los tipos de interés. No debemos olvidar el círculo virtuoso que vimos en la primera década de este siglo, cuando los americanos consumían y con el dinero ganado los chinos compraban bonos del tesoro americano, manteniendo bajos los tipos de interés. Si se reduce el superávit comercial chino, éstos tendrán menos dólares para invertir en deuda en un momento de subidas de tipos de interés y de disminución de balance de la FED.

Las primeras cifras que he leído, si no nos vamos mucho más de aquí, es que la guerra comercial puede llegar a suponer una pérdida en PIB de China de hasta el 1.2% y en Estados Unidos del 0.3%. Hay informes de bancos de inversión que reducen estas cifras considerablemente.

Si el proceso no se para y desemboca en una verdadera guerra comercial, las cifras sí empiezan a ser relevantes, sobre todo si lo analizamos por sectores (el miedo, por ejemplo, a aranceles para coches alemanes en USA). Desde luego va a crear oportunidades, porque en bajadas el mercado no suele discriminar, y habrá muchos sectores a los que no afecte esta historia, pero pueden verse repercutidos por efecto arrastre, en un primer momento.

Una de las máximas del trading, es cuando tengas una idea clara sobre una inversión, leer o escuchar a la gente que difiera de tus planteamientos. La gente suele hacer lo contrario y suele tener lo que se llama el sesgo de confirmación; lee sólo aquello que reafirma sus ideas, despreciando lo demás. Si oyes cualquier tertulia, en cualquier radio española, y sale a colación el nombre de Trump, hay un consenso absoluto en sentir total repelencia por el personaje. Sin embargo, las encuestas en Estados Unidos anuncian que va creciendo el apoyo al presidente a medida que se acercan las elecciones de noviembre. Lo cual no hace más que alimentar el propio discurso de Trump. Hay una gran diferencia de punto de vista entre lo que ve y siente un europeo y lo que ve y siente un americano. Es un supuesto inquietante el pensar que esto lleva a unos sistemas sociales y económicos muy distintos que podríamos conceptuar como una función en la que te puedes mover a lo largo de la curva, pero que no hay posibilidad de elegir un punto fuera de ella. Puedes elegir más crecimiento económico, pero a costa de mayor desigualdad y menor protección por parte del Estado, o elegir un mayor reparto de esa riqueza con unas tasas de crecimiento raquítico y con una menor competitividad a medio-largo plazo. Es desolador moverte sólo en esos extremos, pero tengo la sensación de que salirte de esa curva, son opciones gratuitas que no se dan en la realidad. Cuando ves los reportajes de los sistemas educativos chinos o coreanos, con la dedicación brutal en tiempo y la gran competitividad que ves, piensas que es una barbaridad, que cómo les vas a poner esa presión a tus hijos. Pero la pregunta que siempre asalta es ¿Qué va a pasar dentro de unos años en cualquier proceso de selección? ¿Quiénes se van a comer la tarta? En un mundo en el que impera la competitividad, ¿se puede salir alguien de ese campo de juego y pensar que no va a pasar nada?

Cambiando de tercio, pero no del todo. Cuando estos días se vuelve a hablar del Pacto de Toledo como si viviéramos en días de vino y rosas, el informe de ayer del Instituto Nacional de Estadística es un frío baño de realidad. El número de nacimientos en España en 2017 fue de 391.000, el menor número desde hace veinte años, y un 25% por debajo del año anterior a la crisis de 2008, acompañada con la menor tasa de natalidad desde que se tienen datos (1975), con un índice un 60% por debajo de entonces. Hay zonas en las que los datos son escalofriantes, como Asturias o Canarias con 1.03 hijos por mujer. Si lo unimos a que las defunciones han marcado nuevo máximo, el panorama de algunas Comunidades Autónomas es descorazonador, y pone en juicio todo el sistema financiero autonómico, en un momento que el país parece ser el coño de la Bernarda. Vamos a necesitar grandes estadistas para salir de ésta.

Por último, y como anécdota. General Electric abandona el índice Dow Jones, la única empresa que quedaba desde su nacimiento. Darwin llevado a las Bolsas.

Buena semana,

 

Julio López Díaz, 20 de junio de 2018

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