Eterno retorno.
Muñoz Seca decía que lo mejor para curarse la gripe era beber, antes de acostarte, desde luego despacito, una botella de coñac. ¿Y así se cura la gripe? -No se cura; pero con lo bien que uno lo pasa después, uno se olvida de que la tiene.
Algo parecido estamos viendo estas dos últimas semanas en los mercados. Nos hemos olvidado de todos nuestros males: China va muy bien, los déficits no importan, y el tener los bonos con intereses negativos a lo mejor no es tan mala inversión, porque siempre hay alguien que puede venir detrás y llevarlos a más negativos, por lo que dado que tienen una relación inversa con los precios, estos suben y la valoración de mi fondo lo hace también. Cuando me hablan de los análisis fundamentales para valorar las cosas, es que me parto. Aquí lo que funciona es el espíritu animal de los jugadores, el estómago y la bilis. Ya saben que las cotizaciones lo aguantan todo. El sentimiento tan negativo de principio de año ha mutado, y ahora se encuentran con la mente desesperada de los osos que piensan que este mercado no hay quien lo tire, y que les ha vuelto a dar con el mazo en toda la cabeza. Ahora asistimos a las típicas llamadas desde los cielos de las entidades diciendo “Compra lo que sea, pero ten algo”. Una de las pautas que manejábamos en nuestra hoja de ruta de comienzo del año era ver un rebote hasta estas fechas, para volver a caer. Lo único que nos preocupaba era el extraordinario consenso que había con ese planteamiento. Y una vez más, el mercado nos ha dado una muestra de que “la democracia” está peleada con la gestión de las inversiones.
Esta semana estoy volviendo a releer a Nietzsche, y me parece más vigente que nunca su teoría sobre el eterno retorno. En uno de esos momentos que te da el mercado, que lo mejor y más útil que puedes hacer es ir a pasear al perro, aproveché para degustar un pincho de tortilla mientras hojeaba el periódico. Empecé a leerlo y lo primero que hice fue mirar a mi alrededor para ver si veía alguna cámara oculta.
-¡Paco, me has dado un periódico de hace doce años, por lo menos!
-¡Que no, Quillo, que es el de hoy, como te voy a dar uno antiguo!
Asegurándome en la pantalla de televisión que era el 19 de Abril de 2016, volví a leer las noticias, a la vez que consultaba en la wikipedia qué podía opinar Freud sobre ello. La primera, nueva subasta de bonos argentinos ¡¡¡cuatro veces sobredemandada!!! Luego, en letra pequeña, que una gran cantidad del dinero recaudado iría destinado a pagar bonos anteriormente emitidos, en manos de los denominados fondos buitres que llevan litigando una década para recuperar el dinero. Segunda noticia. OPV de Telepizza. Empresa totalmente novedosa que es al mercado lo que el Guadiana a los ríos. Otra operación de capital riesgo con destino al inocente público. La última vez que se colocó en el parqué, a mi me salía que valoraban cada vespino en 9.000 euros, a los múltiplos que salía. Para volver a colocarla supongo que vendrá con el doble de queso y sobre todo con mucha, mucha salsa por encima. Si a esas dos noticias, unimos que llevan tres días intentando colocarme deuda subordinada de bancos, tenemos todo el guión de aquella película de James Bond, “Nunca digas nunca jamás”. Y además tenemos que sacar una buena lección de ello. Cuando digamos “no volverán los inversores a hacerlo otra vez”, tenemos que grabarnos esa frase a sangre en la piel, pero eliminando la partícula negativa. ¡Joder que no lo vuelven a hacer! Y cuando digo lo de aprender me refiero también al error que supone no jugarlo previamente. Siempre vence en su duelo titánico la esperanza a la experiencia.
Una de las cosas que se repiten con mis amigos en los momentos Mahou del fin de semana, es las veces que intentan encontrar una explicación, ellos que están alejados de los mercados financieros, a los movimientos de los activos respecto a la economía real. Y no les falta razón. Ya saben mi teoría de que no son mundos paralelos, sino que en muchas ocasiones son bienes sustitutivos. No entienden, por ejemplo, los movimientos convulsos y alegres de los mercados cuando sube el precio del petróleo. “Lo que sé es que a mí me cuesta más llenar el depósito, tarde o temprano me subirán el billete del autobús y gastaré más en calentar mi casa. Todo ello hace que tenga menos renta disponible, y por tanto gastaré menos en Zara y llamaré menos por teléfono, ¿por qué sube Inditex y Telefónica?” Buena pregunta. La respuesta está en ese movimiento que llamamos financialización de la economía y que es lo mismo que la teoría de los vasos comunicantes. Los mercados caían cuando caía el petróleo por un tema de oferta y demanda. La caída del precio del petróleo repercutía en menores ingresos para los países productores, y por lo tanto no tenían para cubrir los gastos comprometidos, por lo que tenían que vender sus grandes paquetes de acciones atesorados en los últimos años, para cubrir los déficits generados. Otro me comenta que por qué suben las bolsas cuando Yellen avisa que ve muchos nublados sobre la economía, y que hay que tener cuidado con las recesiones. Nuevamente aplicamos la misma teoría de oferta y demanda, y de financialización de la economía. Ante el nublado, las empresas tiran de freno de mano e invierten menos, los tipos de interés vuelven a estar under the water y emplean los beneficios (y últimamente más que eso) en recomprar acciones, hacen Mary Kay con sus cuentas y se garantizan unas buenas remuneraciones para sus directivos, que están ligadas a las cotizaciones. “Pero eso no crea nueva inversión ni más crecimiento” Yes, my darling. Y ese es el principal defecto que están teniendo las políticas de los Bancos Centrales. Donde han puesto la protección, la famosa put, no es en la economía, sino en los activos financieros. La gente va donde se siente más protegida. Elija usted entre abrir un nuevo negocio (burocracia de constitución, nóminas, seguros sociales, vender tu producto y a ver cómo sales si te va mal) o tener su dinero en un productito en el que hay alguien permanentemente dando demanda y con poca sensibilidad al precio pagado. Es el callejón sin salida donde nos han metido. Mientras todo ese dinero siga embolsado seguiremos con crecimientos raquíticos.
Como decía Bertrand Russell, para qué repetir los errores antiguos, habiendo tantos errores nuevos por cometer.
Buena semana,
Julio López Díaz, 20 de abril de 2016