Área personal

El Gallo

Julio López 15 Feb 2017

El Gallo estaba toreando en la plaza de toros de Madrid. No anduvo acertado en su primer toro y el público estuvo mucho rato gritándole y abucheándole. Vicente Pastor toreaba también aquella tarde. Se acercó a Rafael y le dijo:

- Hoy sí que empieza mal la tarde, Rafael.

- Pa ti, superió.

- ¿Por qué?

- Porque con mi faena los he dejado roncos.

Aquí todo el mundo se está quedando ronco con Trump, pero el próximo morlaco al que hay que torear se llama Europa. Como los coscorrones que me daban en el colegio en la EGB, hay pesadillas que siempre vuelven. De la que no sé si nos vamos a despertar es de la ruptura de la Unión Europea, que cada vez que consideramos superada y borrada de nuestra mente, vuelve a asomar en cuanto apagamos la luz de la memoria. Y curiosamente, en las últimas charlas que he tenido, el tema central es cierta añoranza por imitar la posición británica, esa tan anatemizada por todo el mundo. Mi amigo Luis aboga por que si se rompe el euro, en lugar de volver a la peseta, tendríamos que tomar la libra esterlina como moneda. Mi amigo Javier me hace notar las semejanzas de la “huida” actual con el proceso de abandono de la iglesia británica de la obediencia hacia la iglesia de Roma, que dio paso a la creación de la iglesia anglicana. Lo que empezó con la excusa de quítame allá esas pajas con Catalina de Aragón y una historia de amor con Ana Bolena, finalizó de forma mucho más prosaica, quedándose la corona con los tributos que la iglesia británica recogía en sus diócesis y mandaba a Italia. Eso de mandar dineros fuera de la isla estaba muy mal visto, y así un día los británicos se acostaron romanos y se levantaron protestantes. Desde entonces, los ingleses siempre han querido estar a su aire, y a pesar de las numerosas guerras europeas en las que participaban y en las que solían vencer, nunca entraron en repartos territoriales dentro del continente. Si acaso, se quedaban con alguna isla o peñón para poder hacer escala sus barcos comerciales y de guerra. Lo que antes era Roma ahora es Bruselas.

La pregunta es: con las circunstancias actuales, ¿a quién le interesa seguir dentro de la Unión Europea? Por mucho que le doy vueltas, el único ganador claro de la existencia de Europa y de una moneda como el euro es Alemania. Para el resto hay claroscuros. Alemania se ha visto beneficiada por la menor valoración del euro respecto a lo que sería el marco alemán y eso le ha permitido fomentar de forma brutal sus exportaciones, logrando un superávit de balanza comercial que supera ya los 250.000 millones de euros anuales, de los cuales un tercio lo tiene con el resto de países de la Unión Europea. También se beneficia de unos menores costes de financiación, al ser activo refugio frente a otros títulos de gobiernos en euros. Bajo esa situación, el diferencial entre Alemania y el resto de Europa no deja de ampliarse. La única oportunidad de haber equilibrado la situación, la tuvimos en 2011, si se hubieran hecho quitas de deuda en lugar de refinanciaciones, como abogábamos desde esta humilde gestora. En cambio, se optó por una mutualización mundial de esas pérdidas con el trasvase al Banco Central Europeo, FMI y demás instituciones, y echar la lata calle abajo.

En los próximos meses nos encontraremos con la refinanciación de un nuevo tramo de la deuda griega que vence el próximo julio. Se trata de dar un nuevo préstamo para pagar los 7.500 millones que les vencen y que nuevamente no pueden afrontar. Y empezamos otra vez con la cantinela, que hay que recortar 1.800 millones de alguna parte, y los griegos que dicen que no pueden apretarse más el cinturón, y tira y afloja otra vez. Y mientras tanto, la deuda que alcanza ya un 179% del PIB y que sigue desbocada y totalmente insostenible. Se les pide a los helenos que lleguen a un superávit primario (antes del pago de intereses) del 3.5% del PIB durante diez años consecutivos, y ellos que a duras penas llegan al 1.5%. Aquí con lo del superávit primario pasa como con la inflación, que no hay que tener en cuenta las partidas volátiles de petróleo y alimentos. El caso es que los griegos siguen agrandando el déficit porque pagan intereses, y nosotros la subida de las berenjenas y la gasolina (no nos lo perdonan). Lo que está alterando un poco las negociaciones es que una de las partes del acuerdo anterior, el FMI, dice que en algún momento habrá que reconocer que no se pueden lograr esas cifras y nombran a la bicha (la quita) justo antes de las elecciones alemanas, y Merkel se santigua como si hubiera visto el brazo incorrupto de Santa Teresa o hace los cuernos con los dedos como si la hubiera mirado un bizco. Incluso se hace el acordeón con el Grexit. Pero con lo que yo me quedo es que Grecia después de diez años de la venta obligada de los pocos activos rentables que tenía, como el puerto del Pireo, sigue teniendo un paro del 26,2%, y entre los jóvenes del 50%, y no ha experimentado ningún cambio en su economía totalmente ineficaz, donde siguen conviviendo sectores protegidos que impiden la llegada de capitales o el desarrollo de nuevos negocios, y una burocracia elefantiásica. No parece que haya esperanza más allá de que se ruede la segunda parte de Zorba el Griego (Brad Pitt ya tiene menos abdominales para hacerlo con Troya).

La única solución posible es avanzar definitivamente en tres campos: la emisión de bonos europeos, la unificación bancaria y la unificación fiscal. Si seguimos demorándolo, la Unión Europea es como un globo paseándose por un campo de cactus.

Y hablando de burocracias. Me tienen hasta las gónadas todas las regulaciones que tratan de imponer cómo debe funcionar una empresa. Son siempre iniciativas de gente que en su puta vida han tenido que gestionar una empresa y viven al calor del erario público, y que no saben lo que es una cuenta de resultados, y les trae al pairo las consecuencias de lo que legislan, porque ellos van a seguir yendo a su despachito ministerial pase lo que pase. Aprobaron unas oposiciones hace veinticinco años y viven anclados en modelos del siglo XIX de cuando sonaba el pitido en la mina, y que creen que seguimos viviendo en la Revolución Industrial. Claro que no tienen ninguna necesidad de adaptación, su puesto de trabajo es para toda la vida. Todo este cabreo viene por la nueva obligatoriedad de registro de la jornada laboral de los trabajadores de una empresa. Exige la llevanza de registros manuales o electrónicos de forma exhaustiva de la jornada específica y el detalle de las horas laborales realizadas por cada día de trabajo, firma diaria del trabajador y firma del representante de la empresa. De locos. Tratar de llevar un modelo de fábrica a una empresa de servicios, en un momento en el que todos los gurús del management abogan por dar libertad de horarios al trabajador, ir más a un cumplimiento por tareas, en las que el lugar de trabajo en muchas empresas es donde se encuentre el trabajador en cada momento, donde las tecnologías te permiten acceder a la información necesaria desde cualquier sitio, donde si eres madre o padre y tienes un hijo enfermo puedas quedarte en casa a la vez que trabajas. ¿Qué le digo a un cliente que sólo puede tener una reunión a las ocho de la tarde, que estoy fuera de mi jornada laboral y que intente pasarse mañana de 10 a 2 por mis oficinas? La escena del lanzamiento del hueso en 2001 Odisea del Espacio para estos iluminados representa el futuro y no el pasado. ¡Y luego intentan vendernos la burra de que Madrid es un destino idílico para las empresas que quieran abandonar Gran Bretaña! Yo me descojono.

Como decía el maestro, “era un español que tenía suerte para la desgracia”.

Buena semana

  

Julio López Díaz, 15 de febrero de 2017

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