Área personal
Warrent_buffet

Warren Buffett

Julio López 15 Mar 2018

Cierto día le preguntaron durante una comida al abogado y multimillonario estadounidense Joseph Hodges Choate, quién le hubiera gustado ser, de no ser él mismo. Y respondió sin dudar: mi heredero.

Siempre es un tema de discusión cómo se hace dinero, y el argumento cambia en función de qué lugar ocupamos en el mundo y en la sociedad. Hace unos días, The Nation, la revista semanal más antigua de los Estados Unidos, publicó una investigación especial que titulaba “Los sucios secretos detrás de los billones de Warren Buffett”. Es un artículo extenso, en el que desgrana las inversiones realizadas por el Oráculo de Omaha en los últimos años. Y la regla general de estas inversiones es que estas empresas prácticamente no tienen competencia en su mercado. El amigo Warren siempre ha comentado que lo más importante a la hora de mirar una empresa es su poder de precios. Si tienes el poder para subir precios sin perder negocio frente a un competidor, eso es un muy buen negocio. “Si tienes un negocio lo suficientemente bueno, ya sea el monopolio de un periódico o una estación de redes de televisión, hasta el idiota de tu sobrino puede dirigirlo” (Espero que no tuviera ningún familiar sobre el que descansar la mirada en ese momento).

La investigación periodística documenta cómo la riqueza masiva de Buffett se ha construido: basado en el poder de monopolio y las ventajas injustas (eso lo dice el articulista) en que se fundamentan. Las compañías de Buffett han extorsionado beneficios extraordinarios, evadido impuestos y abusado de los clientes, y en algunos casos ha incitado investigaciones federales en defensa de la competencia y otras prácticas ilegales.

Buffett nunca ha mantenido en secreto su predilección por los monopolios. Ha repetido a todo aquel que le quiera escuchar la clave de su fortuna personal: encontrar un negocio rodeado por un foso monopolístico, que si es posible, se agrande cada año.

Teóricamente, estos fosos no están permitidos en América, donde los valores de libre y justa competencia son pilares fundamentales, y así lo han sufrido antiguos monopolios como el sector petrolero o el de telecomunicaciones, que fueron obligados a desgajarse en varias empresas. Con ello se pretendía no frenar la innovación y la toma de riesgos.

Sin embargo, este tipo de políticas no parecen darse en la realidad, y lejos de construir nuevos puentes para superar estos fosos, lo que se ha hecho en muchos casos es meter cocodrilos en los mismos. Dos tercios de todas las industrias americanas presentan mayor concentración ahora que hace veinte años. Vemos todos los días como los gigantes tecnológicos compran cualquier pequeña empresa que pueda hacerles sombra. Es una forma de inflar sus beneficios corporativos, tener más controlados a los trabajadores y consumidores, frenar el crecimiento y crear una sociedad más desigual.

Los ejemplos de empresas van desde Moody´s , Verisign (cuasi monopolio para el registro de dominios en internet; .com o .net, por ejemplo) o sus apuestas actuales en todas las empresas de aerolíneas americanas, ahora que se ha limpiado de competencia el mercado, cuando siempre había renegado de ellas.

Otro que tiene su propia visión sobre la competencia es Peter Thiel, el cofundador de Paypal o primer inversor relevante en Facebook. Para él, el mundo piensa que la competencia perfecta es el estadio ideal, porque en los mercados perfectamente competitivos se consigue el equilibrio cuando la oferta del productor cumple con la demanda del consumidor. Todas las empresas que participan en un mercado competitivo son indiferenciadas y venden los mismos productos homogéneos. Dado que ninguna empresa tiene poder de mercado, todas deben vender al precio que el mercado determine. Si se puede hacer dinero, nuevas empresas entrarán en el mercado, incrementarán la oferta, bajarán los precios, y terminarán por acabar con los beneficios que las habían atraído. Si demasiadas empresas entran en el mercado, sufrirán pérdidas, algunas quebrarán y los precios volverán a subir hasta precios sostenibles. Bajo la competencia perfecta, en el largo plazo, ninguna compañía percibe beneficio económico. En el lado contrario está el monopolio. Y más allá de los “acosadores ilegales” o los favoritos gubernamentales, por monopolio entiende un tipo de empresa que es tan buena en lo que hace que ninguna empresa puede acercarse a producir un sustitutivo cercano. “Los estadounidenses mitifican la competencia y le reconocen el mérito de salvarlos de la miseria socialista. En realidad, el capitalismo y la competencia son conceptos opuestos. El capitalismo se basa en la acumulación de capital, pero bajo la perfecta competencia todos los beneficios se erradican entre sí. La lección para los emprendedores es clara: si quieres crear y capturar valor perdurable, no crees un negocio indiferenciado de productos básicos”.

Siguiendo con su defensa de este tipo de monopolios, pone como ejemplo a Google. Dado que no tiene que preocuparse por competir con nadie, tiene una libertad más amplia para preocuparse por sus trabajadores, sus productos y su impacto en el mundo. En los negocios competitivos, el dinero o es algo importante o lo es todo. Los monopolistas pueden permitirse pensar en cosas que no giran exclusivamente en torno a hacer dinero; los no monopolistas, no. En la competencia perfecta, los negocios están tan centrados en los márgenes del hoy que no pueden planificar un futuro a largo plazo (el 99% de las pymes de este país, por ejemplo). Sólo una cosa puede hacer que una empresa trascienda la cruda lucha diaria por la supervivencia: los beneficios del monopolio. “Los monopolios impulsan el progreso, porque la promesa de años, e incluso décadas, de beneficios monopolísticos ofrece un poderoso incentivo para innovar” (o para echarse la siesta, pienso yo) . En el mundo real, fuera de la teoría económica, toda empresa es exitosa en tanto en cuanto haga algo que las otras no puedan hacer. El monopolio no es por tanto una patología o una excepción. El monopolio es la condición de todo negocio de éxito. Todas las compañías “felices” son distintas: cada una gana un monopolio resolviendo un problema único. Todas las compañías fracasadas son iguales: fracasaron por no poder escapar de la competencia. Monopolio creativo significa nuevos productos que benefician a todo el mundo y beneficios sostenibles para el creador (aquí tengo yo mi lucha defendiendo a empresas farmacéuticas).

Al final,  toda esta disputa es un reflejo más del débil equilibrio en el que vivimos. Tenemos una economía haciendo equilibrios en una fina cuerda entre el crecimiento económico que necesita más madera y los límites del planeta Tierra. Durante la mayor parte de la historia, el crecimiento de unos iba contra el de otros. Era un pastel en el que se cambiaban las porciones en función de aquel que tuviera más capacidad guerrera. Lo que ganaba uno era a costa de lo que perdía otro. La tecnología ha cambiado esa situación superando las predicciones catastrofistas de Malthus. En esto creo que debemos seguir siendo optimistas (no sé cuantas veces más volveré a utilizar esta palabra).

Recuerden la definición de depresión de Ambrose Bierce: “Estado mental producido por el chiste de un periódico, la actuación de un juglar o la contemplación del éxito ajeno”.


Buena semana,


Julio López Díaz, 15 de marzo de 2018

3 Abr 2018
Attitude Gestión ficha a Juan José Fernández para seguir creciendo
7 Mar 2018
James Whistler
Suscríbete a nuestra newsletter
© 2024 Attitude Gestión, S.G.I.I.C. S.A.